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Germán Martínez es un político rudo; de doble moral. Un día navajea por la espalda a su adversario, y al siguiente se muestra prudente, un hombre con la la voz baja. Un lobo vestido de cordero. Germán recuerda a esos luchadores que en son de "paz" le dan la mano a su adversario, y terminan traicionándolo con un golpe "a la mala". Siempre tienden una mano Negra.
"El título de López Obrador es falso" declaró Germán Martínez un lunes en el programa radiofónico de Joaquín López Dóriga. El panista denunció la falsedad del título en Ciencias Políticas por la UNAM de AMLO, y cínico, aceptó el reto de cotejar datos y expedientes al día siguiente con Cesar Yañez, vocero del PRD, y con un representante del sistema de gobierno de la UNAM. Pasarían 24 horas para aclarar el tema. Tiempo necesario para crear y difundir un rumor: AMLO no terminó la universidad.
Las autoridades de la UNAM desmintieron a Germán Martínez de manera veraz y contundente; el título de López Obrador es legítimo. Martínez mintió, y lo sabía. Tenía que cumplir con la estrategia aunque pasara por encima de la ética. La bomba pestilente fue reforzada con una batería de correos electrónicos donde se hablaba del título “falso” de AMLO; algunos analistas le pusieron cemento al rumor generando un segundo: ¿qué resultados económicos podemos esperar de AMLO, si no se tituló? El rumor mutó. Los mentirosos también.
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